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quarta-feira, 3 de abril de 2013

Maria Bethânia - Caetano Veloso (1971)



Everybody knows that our cities were built to be destroyed
You get annoyed, you buy a flat, you hide behind the mat
But I know she was born to do everything wrong whith all of that
Maria Bethânia, please send me a letter
I wish to know things are getting better
Better, better, Beta, Beta, Bethânia
Please send me a letter I wish to know things are getting better

She has given her soul to the devil but the devil gave his soul to God
Before the flood, after the blood, before you can see
She has given her soul to the devil and bought a flat by the sea
Maria Bethânia, please send me a letter
I wish to know things are getting better
Better, better, Beta, Beta, Bethânia
Please send me a letter I wish to know things are getting better

Everybody knows that its so hard to dig and get to the root
You eat the fruit, you go ahead, you wake up on your bed
But I love her face cause it has nothing to do with all I said

El Facebook de Julio Cortázar

 

Por: | 03 de abril de 2013
Rayuela1
Foto:  irëne

Esta semana he andado mucho en el Facebook. He leído a una amiga que pide que le recomienden libros distópicos en portugués y a otra que pregunta cuál es el método más eficiente para quitar una mancha de grasa del pantalón. He cruzado por la selva de fotografías con frases cristianas para compartir, bromas ingeniosas, chistes absurdos y las anécdotas divertidas, tristes y dulces al mismo tiempo, de un amigo que se está despidiendo así de su hermana enferma. He desplazado lecturas y películas planeadas, y no me arrepiento. El Facebook es un universo que se extiende y se renueva; somos muy afortunados de haber participado desde sus inicios de este momento.
Se me ocurre pensar qué hubiera pasado si este fenómeno hubiera sucedido a fines de los 50. Ahora, los sobrevivientes del Boom Literario miran con recelo e incluso menosprecio a las redes sociales, pero de haber sucedido cuando empezaban sus carreras literarias sin duda hubieran participado. Gabriel García Márquez tendría una página casi sin actividad, etiquetado en muchas fotos y textos de sus amigos, contestando con ironía alguna que otra frase. Jamás pondría "Me Gusta". A nada. Eso no va con él. Carlos Fuentes, por el contrario, sería un heavy user. Constantemente actualizaría su página con enlaces a lecturas, en francés, inglés y castellano, a noticias internacionales sobre política, cultura, economía. Colgaría largos, interminables estatus -cuando no "notas"- con posturas políticas (la literatura también ocuparía un lugar, pero menor) y crearía ábumes con fotografías donde se le vería, inevitablemente elegante y sonriente, en países remotos o sitios célebres. ¿Sería quizá un adicto al Foursquare? Probablemente, pero de ninguna manera al Twitter. Mario Vargas Llosa, por su parte, tendría un perfil parecido al de Carlos Fuentes, quizá más combativo pero menos frecuente. A diferencia de García Márquez y de Fuentes, sería muy selectivo al aceptar amistades, colgaría muy pocas fotos y antes que escribir estatus -que, sin duda, escribiría- se dedicaría a comentar en las páginas de los demás. Sería un argumentador feroz, culto e ingenioso, siempre con la última palabra y dispuesto a discutir incluso con los troll. De vez en cuando, algún familiar lo saludaría y Vargas Llosa no podría evitar poner debajo una frase amable y doméstica, siempre en plural: "Ha empezado el frío y es difícil acostumbrarse, pero estamos bien. Patricia y yo los recordamos siempre". Tampoco tendría Twitter.
¿Y Julio Cortázar? Ninguno como él para aprovechar al máximo las redes sociales. No solo tendría una cuenta de Facebook o Twitter, sino de cualquier plataforma que apareciese, aunque solo fuera por curiosidad. Incluso, se me ocurre, tendría varias cuentas de Facebook, y aprovecharía la cuentas falsas para crear conversaciones y situaciones absurdas, cómicas o complejas en su cuenta real. ¿Quién escribe esto y contesta lo otro? Intervendría en todas las conversaciones (incluso en el consejo sobre el mejor método para sacar manchas de grasa), pondría centenares de "Me Gusta", colgaría videos de YouTube de jazz, situaciones extrañas, bromas y gatos. Compartiría memes divertidos. Hablaría de todo, incluso de deporte. Sus estatus políticos serían serios pero también escribiría textos divertidos, con el humor del libro de cronopios, o mostrando el lado ridículo de la seriedad como en Último round. Obviamente, lo suyo sería el juego de palabras. Sería adicto al Instagram. Subiría fotos de objetos, carteles, personas, paisajes, animales, todos fotografiados con su iPhone mientras pasea y acompañados por textos breves o titulados con ingenio. Su cuenta de Pinterest sería, simplemente, espléndida, de visita obligatoria, como un museo maravilloso donde cada foto es un hallazgo. Sus enlaces seguirían la misma lógica del asombro ante el absurdo del mundo. "Juegos de la imaginación, dice el señor cuerdo que nunca falta entre los locos" dijo alguna vez Cortázar, arrastrando las erres. Juegos de la imaginación también los míos, sin duda. El Facebook de Cortázar. ¿A quién se le ocurre?
Se me ocurre a mí y no sin razón. Se cumplen este año el cincuentenario de la primera edición de Rayuela y aunque el ambiente entre los lectores es festivo, los escritores -me incluyo- somos más escépticos. He leído varias declaraciones contra Rayuela, algunas incluso de inusitada violencia, y reconozco que estoy dispuesto a aceptar como válida la mayoría de críticas. En especial aquellas que sostienen que Cortázar es mejor cuentista y que Rayuela es una novela desigual. Lo es, aunque ¿qué novela de más de 300 páginas no es desigual? Nada puede impedir que el mundo de Rayuela haya envejecido tan rápido, mientras envejecían o se trivializaban sus preocupaciones. La filosofía zen, el pensamientos budista o las Mandalas se han convertido ahora en tema de libros de auto ayuda. Los hipervínculos, del que fue casi un precursor, son ahora cosa de todos los días y por eso Rayuela, en medio de la tecnología actual, parece un mamotreto inmanejable y tan anacrónico como solo puede serlo lo que fue alguna vez modernísimo. Además, la afición de Cortázar por las frases ingeniosas o entrañables, aforismos o grafitis que pintados en paredes cambiarían el mundo, ahora se frivolizan en memes o tuits para etiquetar y compartir.
Sin embargo, no tengo duda de que Rayuela sobrevivirá nuestro escepticismo no solo porque es una novela que dice cosas, sino porque las dice de una manera lúdica (por encima de la pomposidad de algunas escenas o ideas) que no se ha desactualizado sino, al contrario, se ha convertido en una marca registrada en las redes sociales. No es gratuito que el libro se titule como un juego de niños ni que, incluso en sus momentos más solemnes, aflore el lado divertido, la sonrisa que se ríe de sí mismo y celebra la travesura, el malentendido o el absurdo. Como ninguno, Cortázar consiguió captar una instantánea de su tiempo, aunque esa fortuna siempre pasa la factura. Aún así, lo lúdico se alza sobre cualquier hoguera prematura para decirnos que puede haber envejecido el mundo que originó Rayuela, pero jamás Rayuela.

http://blogs.elpais.com/vano-oficio/2013/04/el-facebook-de-julio-cortazar.html

 

Mujeres para todos los gustos


'La muerte de Cleopatra' (1892), de Reginald Arthur.

Faciolince ha elegido nueve relatos de Tratado de culinaria para mujeres tristes por los que tiene especial apego y que recomienda a los lectores:
La coliflor en nieblas que, explica, "es una flor triste, una flor que nunca se regala y que jamás se coloca en un florero. En la comida, por triste que sea gusta".
El vaso de agua: "Cuando no hay solución para nada es lo único que sirve", puntualiza el escritor desde Colombia.
Rostro de mujer: "Cuando peor estás, si ves la cara de un amigo o de una amiga te mejoras", señala.
La mujer adúltera: "¿Quién es capaz de lanzar la primera piedra contra nadie?".
Enfermar de palabras: "Elegir la poesía como única receta para sanar de la enfermedad de las palabras es la única manera de curarse de un mal tan profundo".
Soltería: "Una lotería a veces no tan mala, a veces puede ser como ganarse el gordo". Esa es la receta que ofrece este creador de palabras.
Niega: "En las relaciones personales no podemos convivir con un exceso de verdad".
Inmortalidad: "¿Quién no ha soñado alguna vez con no morirse nunca?".

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/02/actualidad/1364912016_433925.html
 

Leila Guerriero rompe las fronteras del periodismo

Madrid 2 ABR 2013          
 
La escritora Leila Guerriero.
 
Cuando te adentras en los circuitos poéticos de Leila Guerriero, la sobresaliente periodista argentina, no tiene más remedio que subrayar esta frase, que viene al encuentro tan solo unas páginas más allá del comienzo de su libro Plano americano (Universidad Diego Portales, Chile, 2013): no es verdad que el periodismo tenga fronteras, ni que trate exclusivamente de la actualidad.
Tampoco es cierto que el periodismo trate tan solo de la realidad: es sueño, investigación, rabia, incertidumbre, duda. Al periodismo le fabricaron fronteras (no solo las de los libros de estilo, estas son las menores) para dejarlo seco. Guerriero se revuelve contra eso como una niña muy bien malcriada; acude a las citas de los asuntos que trata desnuda de equipaje, va a beber de las fuentes de la curiosidad y cuando acaba su excursión, en la que lo acompaña el lector ávidamente, no es porque haya terminado de investigar, de adentrarse en el alma de sus sujetos, sino porque se retira para que uno se reclame ya parte del texto. Y para siempre.
Este es un libro ejemplar, el reflejo de un estilo que mejora al lector y que pone en su sitio la escritura periodística salvaje: ella escribe sin contemplaciones, no se recrea sino que recrea la respiración, el aliento de personajes como Nicanor Parra, Juan José Millás o Fogwill, los universos misteriosos e inéditos de Roberto Arlt, la vida desgraciada y sublime de Idea Vilariño, el amor violento de Juan Carlos Onetti...
El libro está lleno y salpicado de hallazgos de una enorme intensidad, a los que ella llega desde un espíritu indómito, no existe respiro en su pesquisa; hasta el ruido de los orines al caer (en Fogwill), hasta las dudas metódicas y sardónicas (en Parra), hasta esa investigación insólita sobre el alma de Arlt son como elementos físicos que trascienden el propio ámbito de las metáforas para convertirse en piedras en el ojo, en la física realidad que ella persigue. No hay pasado para estas páginas, todo está escrito como si estuviera sucediendo y siguiera sucediendo una vez que uno dejó el libro a un lado. Gente viva, y para siempre, es el resultado de la visita de Leila Guerriero.
El periodismo no trata de la actualidad, o no siempre, o no necesariamente. Ese es el corsé en el que nos han servido el oficio para que piquemos y hagamos solo lo que aparece en la agenda de los actos, de los hechos o de los sucesos. Leila Guerriero ha ido a visitar a Arlt cuando ya no está, a Homero Alsina Thevenet cuando ya no es noticia, a Idea Vilariño (¡qué reportaje, qué poema!) cuando ya nada puede decir porque está muerta… Pero en todos esos reportajes del más allá de las almas hay más realidad, y más periodismo, que en muchas de las notas marcadas por la urgencia de lo que nos toca cubrir porque acaba de ser noticia.

Colección de reportajes

El libro es, obviamente, una colección de reportajes o notas, en el decir latinoamericano; pero el estilo Leila o la técnica Guerriero convierte esa sucesión en una unidad inquietante, que se ofrece como un continuo, como un crescendo en su voluntad simétrica y poética. A veces ese tono en alza tiene sus misteriosas aventuras personales para el lector, pues el libro contiene azares que uno abraza como coincidencias marcadas por esta mujer cortazariana que es Leila Guerriero.
Lo cuento. Cuando iba terminando el capítulo Arlt (acaso, con el de Idea, lo más ejemplar, de ejemplos, del libro), escribí un mensaje a un amigo canario, contándole que estaba en la playa; por los avatares del abecedario táctil, salió plata y no playa, y este amigo, creyéndome en La Plata, me aconsejó que buscara libros de una escritora que yo desconocía, Aurora Venturini. Ah, no me di cuenta de la trasposición playa-plata en mi propio mensaje, así que no presté atención a la inquietante sugerencia de lectura que me hacía este amigo, así que seguí leyendo la inquietante ascensión de Leila hacia el alma de Robert Arlt. Hasta que terminé el capítulo y me dispuse a leer el siguiente. El siguiente era sobre Andrea Venturini.
Este es un libro obligatorio para periodistas, jóvenes o viejos; pero es imprescindible, sobre todo, para periodistas que dejaron de creer en el oficio como una de las bellas artes. Manuel Vicent dice que el periodismo es la literatura del siglo XX. Si algún día el maestro Vicent tuviera que demostrarlo con textos que no sean suyos, este libro de Leila Guerriero le puede ayudar decisivamente. A mí me ha servido para creer que el oficio no tiene fronteras, o estas están en el horizonte.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/02/actualidad/1364928280_219690.html
 

"a moça que trabalha lá em casa"

 

Antonio Prata



folha de são paulo

PEC & Pague
Encontrei Vanda, que cozinhava e lavava roupa em casa quando eu era criança, depois de dez anos
VANDA VINHA do interior da Bahia e de dentro de um livro de Charles Dickens. Caçula de nove filhos, aos sete anos foi dada pela mãe, incapaz de sustentá-la, a uma conhecida. Trabalhou de graça na casa da mulher até os 15, então pegou um ônibus e fugiu para São Paulo. Quando eu ou minhas irmãs a importunávamos com nossas demandas de criança mimada, nos contava histórias da infância de gata borralheira, fazia-nos apertar seu nariz, quebrado por uma das filhas da "patroa" com um rolo de amassar pão e nos expulsava da cozinha: "Sai pra lá, peste, e me deixa acabar essa janta!".
Vanda cozinhava, limpava, lavava roupa e passava. Morava num quartinho nos fundos da casa, ao lado do tanque e da máquina de lavar roupa, aonde era vedada a minha entrada. Às vezes, a via pela porta entreaberta: de bobes na cabeça, falando ao telefone ou pintando as unhas dos pés, sob o lusco-fusco da TV preto e branco.
Nos fins de semana, arrumava-se toda e ia para a casa de umas primas, na periferia. Um domingo, levou-me junto, para um churrasco. Lembro de ter me saído estranhamente bem no futebol com os meninos da rua, lembro de mulheres curiosas pegando no meu cabelo loiro, lembro das gargalhadas que explodiram quando apontei a carne na grelha e perguntei se era picanha.
Levei muitos anos para entender a graça da minha pergunta. Levei muitos anos, também, para entender por que não nos referíamos à Vanda como "nossa empregada", mas como "a moça que trabalha lá em casa" -tentativa inútil de contornar o incômodo daquela anacrônica e persistente relação.
Vanda viveu e trabalhou conosco por 15 anos. Depois que crescemos e saímos de casa, minha mãe e meu padrasto resolveram não ter mais uma empregada morando lá. Falaram com amigos e arrumaram outra família para Vanda trabalhar. A patroa nova foi pegá-la uma noite, depois do jantar -a mudança da Vanda coube no porta-malas do carro.
Fiquei dez anos sem vê-la. Em 2011, caminhando por uma praia do litoral norte, ouvi um grito: "Tunim!". Ali estava ela, fazendo um castelo de areia, com os filhos da patroa. "Meu menino, meu menino!", ela repetia, me abraçando e chorando -eu fiquei tocado, mas não chorei. Naquela tarde, contou-me que ia se aposentar e voltar pra Bahia, onde estava terminando de construir uma casa, com suas economias. Ano passado, ela voltou: aos 60 e tantos anos, pela primeira vez desde os sete, dormiu num quarto que não pertencia a seus patrões.
Estranha sensação ao escrever esta crônica. Parece que falo da minha infância de menino de engenho, no interior de Pernambuco, no século 19, não da infância de um filho de jornalistas, numa casa geminada no Itaim Bibi, no final do século 20. Estranheza que confirma a profecia de Joaquim Nabuco (relembrada por Caetano Veloso, em "Noites do Norte"): "A escravidão permanecerá por muitos anos como a característica nacional do Brasil".
Característica que, lentamente, vamos deixando para trás, no início do século 21. Lentamente, pois ser empregada com FGTS, caixa de supermercado ou atendente de telemarketing ainda é muito pouco diante do que a vida pode oferecer -mesmo comendo picanha ou tomando banho com sabonete Dove.