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terça-feira, 22 de janeiro de 2013

Literatura en las canciones de amor inolvidables


Por: Winston Manrique Sabogal
 
Laserenata-NicolasLancret
La serenata (1740), de Nicholas Lancret.

Hay canciones de amor, sus letras, que nos gustan por su secreto atisbo de profecía y otras porque copian e iluminan nuestras vivencias. Unas llegan a nuestras vidas mucho antes de que descubramos, experimentemos y comprendamos lo que allí se nos cuenta y las otras parecen inspiradas en nuestra propia historia. Al final, las dos parecen creadas y cantadas para cada uno de nosotros. Da igual si los expertos musicales las consideran buenas, regulares o malas canciones; y si sus letras son de alta o baja calidad literaria. Están allí, han llegado para quedarse por motivos superiores a nosotros y forman parte esencial de la banda literaria y sonora de nuestras vidas.
Trovadores conrtemporáneos.
Uno de los escritores que mejor hizo este acercamiento a esa realidad fue Marcel Proust. Él, tan exquisito en sus gustos, escribió en 1893 Elogio de la mala música, donde reconocía el misterioso, profundo y sentido valor de la música popular; el efecto milagroso de tocar el alma de las personas incluso contra su deseo. Porque "se han llenado del sueño y las lágrimas de la gente". Teo Sanz, catedrático de literatura francesa, lo describió bien en su blog, hace tres años: "En él señala (Proust en su artículo), con un loable deseo de buscar la verdad, que se puede odiar esa clase de música, pero no menospreciarla porque se toca y canta con más pasión que la buena y, sobre todo, porque "se ha llenado del sueño y las lágrimas de la gente".
Trovadores contemporáneos. En las letras de esas canciones hay literatura. Bob Dylan suena cada año como candidato al Nobel, y el año pasado Leonard Cohen obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Traigo a colación estos dos ejemplos de artistas y compositores universales para hablar de la literatura en las letras de las canciones de amor en el día de san Valentín. Y para que nos hablen del asunto he pedido a un poeta, a un filósofo especialista en el tema y a un lector y dos admiradores de Dylan que compartan con nosotros sus letras de canciones de amor inolvidables.
Y, sí, todo esto es por recordar o celebrar entre todos el día de san Valentín de una manera diferente como hemos hecho en los últimos dos años en este blog. En 2011 fueron las mejores poesías de amor (puedes ver aquí el psot), y en 2010 las mejores novelas (puedes ver el post aquí), en las que ustedes completaban el artículo con sus comentarios. A ver si se animan este año también con el tema de hoy: la literatura, las letras, en las canciones de amor inolvidables:
Serenata-JanSteenUna autoridad en esto es el poeta colombiano Darío Jaramillo, autor del libro Poesía en la canción popular latinoamericana (Pre-Textos): "Más que expresarlo, lo que la canción popular latinoamericana ha hecho con el amor es inventarlo. Boleros, tangos, rancheras: Las canciones son el guión del sentimiento, lo modelan y lo condicionan. Son el alfabeto del amor y dictan las maneras de sentir. Con ellas se quiere y se desquiere, se enamora y se olvida. Bien se sabe que el amor es un estado preverbal, donde el retozo o el gruñido reemplazan a la palabra. Llegado el momento de usar el verbo, el más aproximado es el del bolero, el del tango, el de la ranchera: se trata de canciones que circularon en todo el continente desde los años treinta del siglo veinte y que se repitieron generación tras generación hasta quedar grabadas en la memoria colectiva a modo de atavismo, de reflejo condicionado, como esas cosas que uno se sabe sin saber que las sabe". (en la imagen Serenata, de Jan Steen)
"Cada canción, además de contar la historia que la origina, termina contado la historia del que la oye más con el corazón que con el oído. La canción es cardiocéntrica.
"Aunque simples y directas, algunos boleros, algunos tangos y rancheras tienen un valor poético intrínseco en sus palabras, como por ejemplo Abrázame así de Mario Clavell, Amanecí en tus brazos de José Alfredo Jiménez, Tú me has de querer de Bola de Nieve, Qué me importa de Mario Fernández Porta y Piensa en mí de Agustín Lara, para citar sólo cinco

 
 
 
 
 
BUENAS NOCHES!!!!
 
 
 

 

Pasajes literarios de la gran hechicera Toni Morrison

Epígrafe de Ojos azules (su primera novela, 1970):

 "A las dos personas que me dieron la vida y a la persona que me hizo libre".


JazzComienzo de Jazz (1992): “Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de 18 años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro solo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cunado la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr, en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: “Te quiero”.

Pasaje de Beloved (1987) en la mitad: "-Estaba hablando del tiempo. Me resulta difícil creer en el tiempo. Algunas cosas pasan. Otras se quedan. Antes pensaba que era mi memoria. Ya sabes, algunas cosas se olvidan, otras siempre se recuerdan. Pero no es eso. Los lugares, los lugares siguen en su sitio. Si una casa se incendia, desaparece, pero el lugar... la imagen del lugar permanece, y no solo en mi memoria sino allí, en el mundo. Lo que yo recuerdo es una imagen flotando en redondo fuera de mi cabeza. Quiero decir que aunque lo piense, aunque se muera, la imagen de lo que hice, o supe, o vi, sigue allí. Exactamente en el lugar donde ocurrió.
- ¿Y los demás pueden verla? -inquirió denver.
- Oh, sí. Oh, sí, sí, sí. Algún día irás andando por el camino y oíras o verás algo. Con toda claridad. Y pensarás que eres tú la que está pensando. Una imagen pensada. Pero no. Es cuando tropiezas con un recuerdo que le pertenece a otro".

Pasaje de Amor (2003), hacia el desenlace: "Él la mira. Azorada (¿le habrá visto menear las caderas?) y temerosa. Él es el guapo gigante propietario del hotel y al que nadie replica. Heed se detiene, incapaz de moverse o decir: 'Disculpe. Lo siento'. (...)
Le toca el mentón y entonces, con naturalidad, sin dejar de sonreír, le toca un pezón, o mejor el lugar bajo el traje de baño donde habrá un pezón (...) Heed se queda ahí durante un tiempo que le parece una hora pero que es menos del que se requiere para hacer una burbuja de chicle perfecta. (...)
Heed no ha traído las piezas. Le dice a Christine que no las ha encontrado. Esa primera mentira, de las muchas que seguirán, se debe a que Heed cree que Christine sabe lo que ha sucedido y eso la ha hecho vomitar. Así pues, hay algo en Heed que no está bien. El viejo lo ha visto enseguida, y por ello le ha bastado con tocarla para que se moviera, como él sabía que iba a suceder, porque esa cosa mala ya estaba ahí, esperando que un pulgar la despertara. Ahora Christine también sabe que eso está ahí, y no puede mirarla porque la cosa mala es visible".

PUEDES LEER AQUÍ LA ENTREVISTA CON TONI MORRISON PUBLICADA EN BABELIA:"Los afroamericanos mandan ahora en la cultura"

http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2013/01/la-gran-hechicera-toni-morrison.html#more

UM CLÁSSICO DO MILLÔR

Pinguinho




Pinguinho, do livro "Cazuza", de Viriato Corrêa (23º ed. -1971)
                                                
No lugarejo em que nasci dava-se uma singularidade que eu não sei se ocorria em outra parte do mundo: o dia mais alegre era aquele em que morria alguma pessoa.
Explica-se. No povoado, quando alguém estava para morrer, mandava-se avisar à gente da redondeza. E, logo que o doente fechava os olhos, a sua casa se enchia. Vinham, não só os vizinhos ali de perto, como os de cinco, sete e mesmo de dez léguas distantes.
O trabalho paralisava. Os lavradores não iam às roças; os vaqueiros não iam ao campo; a escola não se abria e até as casas de negócios fechavam as portas.
E o lugarejo, dorminhoco e triste dos dias comuns da vida, agitava-se, vivamente, nos raros dias de morte.
A todo o instante chegavam bandos de homens e mulheres, ora em cavalos que alegravam os ares com relinchos, ora em carros de bois que vinham chiando pelos caminhos.
A povoação transformava-se num formigueiro ruidoso de crianças. No sertão, quando uma família sai de casa para ir à de um defunto, sai completa, os grandes, a filharada e até mesmo os cachorros.
Os grandes ficam na sala e no terreiro do morto, a prestar as homenagens do costume; a meninada, essa vem para fora, para a sombra das árvores, brincar em liberdade.
No meu tempo, quando morria alguém no povoado, para nós, os pequeninos, o dia inteiro era de traquinada, de algazarra e de alegria. Os taludos juntavam-se lá com os taludos; nós, pequeninos, brincávamos com os pequeninos.
Talvez fôssemos mais de trinta, mais de quarenta. Mas nenhum, nenhum tão afoito e tão disposto a brincar como o Pinguinho.
O Pinguinho devia ser o mais velho de todos nós, mas, tão franzino e tão frágil, que parecia o mais novo. Magro, pescoço comprido, ombros estreitos, ossinhos de fora.
Uma tossezinha seca. Mãos sempre geladas, testa sempre quente.
Mas, o que nele havia de belo, de vivo e de brilhante, eram os olhos, dois grandes olhos negros e febris, como que iluminados por um eterno desejo de viver.
Como não podia correr porque cansava e não podia gritar porque tossia, o Pinguinho animava a brincadeira. Se a cabra-cega ia aborrecendo, fazia-nos mudar para a boca-de-forno; se a boca-de-forno já não despertava entusiasmo, lembrava a gangorra, o rempo-reá, o anel, ou qualquer outro brinquedo.
Foi ele que, uma vez (na manhã da morte do Chico da Lúcia), se apresentou entre nós com quatro rodas de ferro, encontradas atrás da casa da máquina de descaroçar algodão.
Não sei onde se foi buscar um caixão de bacalhau, não sei onde se arranjaram martelo e pregos. Em pouco, estava armado um carro.
E o carro encheu-nos o grande dia. Dois garotinhos dentro, outros dois empurrando e a pequenada a revezar-se dirigida pelo Pinguinho que, por ser doentio e dono das rodas, não empurrava nunca e era empurrado sempre.
A morte parecia-nos um bem que Deus mandava às crianças da terra para que elas brincassem em liberdade.
Vivíamos a desejá-la através dos nossos sonhos como se deseja um brinquedo através dos vidros de uma vitrina.
Quando o enterro saía e a meninada de fora partia com os pais, as nossas almas ficavam mais tristes do que as casas em que o luto havia entrado. Para nós, que nada sabíamos da morte, nada mais tinha havido do que um maravilhoso dia de brinquedo, que terminava inesperadamente.
E as nossas cabecinhas inconscientes punham-se então a fazer cálculos, desejando outro dia como aquele. Quando haveria de novo tanta criança, tanta alegria e tanta liberdade? Quando morreria outra criatura?'


Quem mais acertava nos cálculos era a Chiquitita. Bastava dizer que um doente morreria em breve, para que o doente não durasse um mês.#
Vivíamos sonhando com os dias de luto que traziam grandes dias de folguedos.
O Maneco repetia constantemente com a boca cheia de língua:
— Se eu fosse Deus Nosso Senhor, três vezes por semana tinha que haver um defunto.
De uma feita, a Tetéia nos encheu de inveja. Garantiu-nos que em breve a brincadeira seria no seu quintal. Tinha em casa três pessoas para morrer: a tia velha, a avó e o padrasto de sua mãe.
Para nosso entendimento aquilo era uma fortuna. Nós que nada sabíamos da vida, só víamos na morte motivo de brinquedo.
Um dia, quando brincávamos a cabra-cega, o Pinguinho, ao amarrar a venda nos olhos da Rosa, sentiu uma dor no peito, uma sufocação e quis gritar. Mas, em vez de grito, o que lhe saiu da boca foi uma golfada de sangue.
Carregamo-lo nos braços para casa.
À noite, o pobrezinho ardia em febre. Não comeu mais, não saiu mais do fundo da rede. De quando em quando — golfadas de sangue. E emagrecendo, emagrecendo — ficou pele e osso.
Não lhe saíamos de perto. Quando podíamos enganar a vigilância de nossos pais, íamos para junto dele, consolar-lhe os sofrimentos.
Numa manhã, linda manhã em que as andorinhas brincavam no céu como garotinhos travessos, ele morreu.
O povoado encheu-se. Foi criança, criança, como eu nunca vi tanta na minha vida.
Não podia haver dia melhor para se brincar. Mas (surpresa para toda a gente!) nenhum de nós brincou. Nenhum de nós saiu, sequer, para o terreiro.
Ficamos todos em derredor do cadáver, sossegadinhos, tristes, silenciosos. Quando queríamos falar uns aos outros, era baixinho, aos cochichos, como se temêssemos perturbar a majestade da dor que nos afligia.
Tínhamos, pela primeira vez, compreendido a morte. Era a primeira vez que ela nos tocava de perto.
E, dali por diante, quando alguém morria no povoado, nunca mais enchemos de alaridos os terreiros e os quintais.
Nunca mais fizemos de um dia de luto um dia de festa.
Dali por diante, a morte ficou sendo para nós uma coisa séria, muito séria e muito triste.

Linda Flor (Ai YôYô) - Bebel & João Gilberto -

 
O passarinho que me despertou estava certo:
"já está chovendo no sertão baiano".
Alvíssaras!

Bom tempo - Chico Buarque e João Bosco



Bom Tempo

Chico Buarque

Um marinheiro me contou
Que a boa brisa lhe soprou
Que vem aí bom tempo
O pescador me confirmou
Que o passarinho lhe cantou
Que vem aí bom tempo
Do duro toda semana
Senão pergunte à Joana
Que não me deixa mentir
Mas, finalmente é domingo
Naturalmente, me vingo
Eu vou me espalhar por aí
No compasso do samba
Eu disfarço o cansaço
Joana debaixo do braço
Carregadinha de amor
Vou que vou
Pela estrada que dá numa praia dourada
Que dá num tal de fazer nada
Como a natureza mandou
Vou
Satisfeito, a alegria batendo no peito
O radinho contando direito
A vitória do meu tricolor
Vou que vou
Lá no alto
O sol quente me leva num salto
Pro lado contrário do asfalto
Pro lado contrário da dor
Um marinheiro me contou
Que a boa brisa lhe soprou
Que vem aí bom tempo
Um pescador me confirmou
Que um passarinho lhe cantou
Que vem aí bom tempo
Ando cansado da lida
Preocupada, corrida, surrada, batida
Dos dias meus
Mas uma vez na vida
Eu vou viver a vida
Que eu pedi a Deus


NOTA: estava dormindo e sonhando com essa música... levantei-me pra postar aqui...BOM DIA!
regina