Apenas lleva unos meses en tu vida y, sin embargo, es el centro de la misma. Ocupa gran parte de tus pensamientos, y anhelas su compañía casi todo el tiempo. Todo fluye, es esa etapa en la que todo parece simplemente perfecto. Y el sexo… el sexo es nuevo, pero a la vez conocido, es pasional, y sin embargo, increíblemente tierno. Pero en esta vida nada es eterno, la felicidad tampoco, y de pronto un día, el amor, la pasión y el deseo, tal como llegaron, se han ido.
"Me quiere, no me quiere", una imagen en la que verse reflejado del Blog Fragmento de un Diario Discontinuo.
Los sentimientos son casi siempre confusos y es muy difícil entender cómo funcionan. Si bien todos parecemos tener más o menos claro que el tiempo o la rutina pueden influir en nuestro deseo, ¿qué influye en qué de pronto alguien deje simplemente de atraernos?
Muchas veces ocurre que esa atracción física, en realidad tiene mucho que ver con el terreno emocional, y cuando dejas de tener idealizada a esa persona, para verla tal y como es, puede dejar de despertarte las mismas sensaciones. Puede ser eso, o que simplemente sin un motivo aparente, más allá que el del paso del tiempo y la pérdida de la emoción que sí tenían esos primeros encuentros, un día esos besos que antes te removían un gusanillo (si no en el estómago, sí en la entrepierna), ahora no nos sepan a absolutamente nada, y haya que darlos casi por obligación. Que llegue un momento en el que esas caricias que antes tanto te gustaban, ahora te parezcan torpes y nada motivadoras. Que finjas sin saber muy bien porqué sonrisas, abrazos, gemidos, orgasmos …
Cuando la atracción entre dos personas desaparece, el problema radica en si bien es algo mútuo, o si por el contrario, sólo le sucede a uno de los dos. En el primer caso, tras un "tenemos que hablar", todo puede quedar arreglado más o menos cordialmente, pero en el segundo la cosa se complica sustancialmente. No es lo mismo dejar que ser dejado, eso está claro, pero en este caso, se esté en el lado en que se esté, siempre se acabará un poco perjudicado.
Decidir dejar a alguien no es un paso fácil, y es que es complicado tener claro si se va a estar mejor sin él o ella, o si en realidad es una cuestión de esfuerzo y de volver a ponerle ganas. Pero hay algo que muchas veces también ronda por nuestra mente, y que en pocas ocasiones decimos en alto. Antes de decidir dejar a alguien, al menos alguna vez hemos pensado, en lo poco que nos apetece volver a estar sin sexo, o al menos sin sexo habitual y asegurado (que nadie ha dicho que sea mejor que el sexo con uno mismo, o con un desconocido).
Pero desde luego, lo que tampoco es nada agradable es que sea el otro el que te deje, y precisamente quedándote con esa duda, "¿por qué ya no le gusto? ¿Qué ha cambiado?" Sobre todo cuando esa persona a ti aún te atrae, y mucho. Primero estará la fase de negación, después la melancolía y el anhelo, seguidos por el enfado, y dejando paso a un simple “volver a hacer cada uno su vida”, con esos ratitos de “te echo de menos”, sobre todo cuando la imaginación vuela, y a solas, tus manos recorren tu cuerpo, como si aún fueran las suyas.
Poco a poco la rutina de la soledad se instala en tu vida, pero el gusanillo vuelve, y además muy insistentemente a visitar tu entrepierna, y siempre sin haber sido invitado. Podemos evitar durante un tiempo el amor, pero no podemos evitar el sexo. Quizás casual, quizás con una amistad con la que también para esto se puede confiar, o quizás, en ese momento en el que estabas tan bien como estabas, aparezca de nuevo una persona especial, y ya se sabe, quien no arriesga, no gana.
Y llega el día, ese día en el que en el lugar y en el momento menos pensado os volvéis a cruzar. Es extraño que ese cuerpo que era tuyo, que tantas veces has poseído, y te ha poseído de todas las formas que hasta entonces creías posibles, que sabe de tus rincones más ocultos, de tus deseos más secretos, ahora es prácticamente un extraño, casi un desconocido. Porque el amor a veces llega de la forma más inesperada, y se rompe de la forma más simple, pero siempre vuelve.
http://blogs.elpais.com/eros/2013/01/la-atraccion-como-viene-se-va.html
Cuando la atracción entre dos personas desaparece, el problema radica en si bien es algo mútuo, o si por el contrario, sólo le sucede a uno de los dos. En el primer caso, tras un "tenemos que hablar", todo puede quedar arreglado más o menos cordialmente, pero en el segundo la cosa se complica sustancialmente. No es lo mismo dejar que ser dejado, eso está claro, pero en este caso, se esté en el lado en que se esté, siempre se acabará un poco perjudicado.
Decidir dejar a alguien no es un paso fácil, y es que es complicado tener claro si se va a estar mejor sin él o ella, o si en realidad es una cuestión de esfuerzo y de volver a ponerle ganas. Pero hay algo que muchas veces también ronda por nuestra mente, y que en pocas ocasiones decimos en alto. Antes de decidir dejar a alguien, al menos alguna vez hemos pensado, en lo poco que nos apetece volver a estar sin sexo, o al menos sin sexo habitual y asegurado (que nadie ha dicho que sea mejor que el sexo con uno mismo, o con un desconocido).
Pero desde luego, lo que tampoco es nada agradable es que sea el otro el que te deje, y precisamente quedándote con esa duda, "¿por qué ya no le gusto? ¿Qué ha cambiado?" Sobre todo cuando esa persona a ti aún te atrae, y mucho. Primero estará la fase de negación, después la melancolía y el anhelo, seguidos por el enfado, y dejando paso a un simple “volver a hacer cada uno su vida”, con esos ratitos de “te echo de menos”, sobre todo cuando la imaginación vuela, y a solas, tus manos recorren tu cuerpo, como si aún fueran las suyas.
Poco a poco la rutina de la soledad se instala en tu vida, pero el gusanillo vuelve, y además muy insistentemente a visitar tu entrepierna, y siempre sin haber sido invitado. Podemos evitar durante un tiempo el amor, pero no podemos evitar el sexo. Quizás casual, quizás con una amistad con la que también para esto se puede confiar, o quizás, en ese momento en el que estabas tan bien como estabas, aparezca de nuevo una persona especial, y ya se sabe, quien no arriesga, no gana.
Y llega el día, ese día en el que en el lugar y en el momento menos pensado os volvéis a cruzar. Es extraño que ese cuerpo que era tuyo, que tantas veces has poseído, y te ha poseído de todas las formas que hasta entonces creías posibles, que sabe de tus rincones más ocultos, de tus deseos más secretos, ahora es prácticamente un extraño, casi un desconocido. Porque el amor a veces llega de la forma más inesperada, y se rompe de la forma más simple, pero siempre vuelve.
http://blogs.elpais.com/eros/2013/01/la-atraccion-como-viene-se-va.html