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sexta-feira, 6 de janeiro de 2012

Esos amores imaginarios

"Lo permitido no atrae; lo que no lo está, excita nuestro deseo". (Ovidio, Amores, II, XIX, 3)


Se puede entrar en el amor y en la muerte una única vez. Es lo que que ocurre cuando uno descubre por vez primera en la pantalla el que será para siempre el amor de su vida. Los franceses siempre tan evolucionados e inspiradores suelen decir: “El placer nunca esta en casa”. Como considero que el amor real es como un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto, concentraré mis energías en hablar aquí de amores imaginarios, que definitivamente suelen ser más duraderos.

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Encuentro furtivo, Maria Schneider y Marlon Brando se tropiezan un buen día en un piso. Y fuera sólo está París.
El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso y en la fuerza de la imaginación. Por un lado tenemos el amor trascendente, el real, el que debería otorgar más peso y sentido a nuestras vidas y por otro lado, el de nuestros fantasías.
Pero finalmente ¿qué preferimos los hombres para divertirnos? ¿Para vivir? ¿Qué buscamos realmente? ¿Es posible que el deseo sexual por nuestros mitos sea más duradero que el real? ¿Qué es verdad y qué no? ¿Cuándo hacemos el amor con nuestra pareja pensamos en nuestra cónyuge o en Scarlett Johansson? Según los expertos, para los hombres, una escena subida de tono o un comentario malicioso puede ser mucho más efectivo que algunas cenas a la luz de la luna.

Por consiguiente, ¿es cierto que somos capaces de vibrar ante una escena no demasiado explícita, ante un gesto? ¿Puede estimularnos simplemente una conversación picante?
En lo que sí parecen estar de acuerdo la mayoría de los pensadores es en que las pasiones suelen ser siempre atropelladoras, se llevan casi siempre nuestros razonamientos. Entendemos, por tanto, que la pasión por nuestros mitos eróticos y por el cine, no debe ser racionalizada. La pasión cinematográfica es una “demencia” que penetra en nosotros cada vez más profundamente.
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Escena de El último tango en París. Prohíbida en España, fue moda cruzar a Francia para verla; o mejor, verlo. La fotografía del filme tenía la firma de un grande del gremio: Vittorio Storaro.

Desde que era pequeño me dí cuenta, yendo de película en película, de cuánto desengaño subyacía acerca de la vida, del amor o de la muerte. El cine y su capacidad de diversión y reflexión me ha enseñado que entre muchos se sufre igual, pero se soporta mucho mejor. Tras ver miles de películas llegué a la conclusión, de que el cine, los libros y el sexo compartido, son la antítesis de la soledad. Desde aquí rendimos un sentido homenaje a todas aquellas mujeres, hombres, escenas, diálogos, frases, canciones y conversaciones que han iluminado y estimulado nuestra (mi) necesidad de pensar, sentir y gozar. En definitiva, de existir.


Nuestra primer recuerdo es para un clásico coproducido por Francia e Italia, El último tango en París, de Bernardo Bertolucci (1973), que marcó época y generación. Entre otras cosas con diálogos como éste:
- ¿Qué estoy haciendo contigo en este piso? ¿El amor?
- Bueno, digamos que... prácticamente lo que estamos haciendo... es darnos gusto.
- Ya veo que me tomas por una cualquiera.
- ¿Qué?... que te tomo por una ¿qué?
- Por una zorra.
- ¡Aaah!, ¿te refieres a una prostituta?
- Sí, una prostituta.
- Nooo, sólo eres una jovencita anticuada y complaciente que intenta parecerlo.
- Prefiero ser una puta.
La acción dramática transcurre en un piso burgués destartalado, sucio, lóbrego. De enormes dimensiones, abandonado y roto como si se tratase de una persona herida. El escenario es fundamental y parece indicarnos la importancia del espacio para llevar a cabo una aventura sexual que no quiere conocer límites. Brando es un norteamericano de mediana edad, que arrastra el peso de una vida saturada de frustraciones y dolor. Schneider, es una parisiense de 20 años, de familia acomodada, que trabaja como actriz aficionada y que apenas es capaz de comprender la magnitud de la herida que arrastra él.
Empiezan los encuentros carnales entre dos personajes que no se conocen, ni quieren conocerse. El sexo entre desconocidos es para ellos el recurso a través del cual buscan un exceso salvaje, la trasgresión de los convencionalismos, la libertad y la plenitud física. No existe más comunicación que la de sus cuerpos, apenas unas frases que tan sólo utilizan como recurso para aumentar la tensión sexual.
Es el sueño erótico de todo hombre: puro sexo, exento de responsabilidades y de convencionalismos morales. El encuentro de dos seres donde no existe más freno que sus propios deseos ni otras leyes que la de sus caprichos. No hay nadie entre esas paredes desiertas que dictamine qué placeres son puramente masculinos o cuáles femeninos. El peso de la existencia y de ataduras absurdas pierden su importancia al cruzar el umbral de la calle Jules Verne.
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Maria Schneider y Marlon Brando en escena.
- Oh! Yo soy caperucita roja y tu el lobo feroz. Uhh... que brazos tan fuertes tienes...
- Son para estrujarte mejor pequeña mía.
- Que uñas tan largas tienes.
- Son para arañarte mejor el culo.
- Uh... que cantidad de vello tienes.
- Es para que tus ladillas puedan esconderse mejor.
- Uuuh... que lengua tan larga tienes.
- Es para metértela mejor, querida mía.
- Y esto ¿para qué es?
- Esto es para tu felicidad y mi... ¡mi falocidad!
- ¿Falocidad?
- Falo, pene...
La película nos ofrece diversas reflexiones interesantes que bien podrían ser planteadas por cualquiera de nosotros: ¿es el hombre dueño de sus gustos?, ¿no es para este fin para el que nosotros hemos nacido?, ¿no debería una muchacha bonita preocuparse más de disfrutar, que de engendrar?, ¿de qué puede servirle al ser humano una vida sin placer? La falta de autocontrol, de moderación ¿puede perjudicar más que una vida plena de inseguridades y miedos?
Marlon Brando en su personaje más nihilista, nos muestra que un hombre vulnerable, frágil y derrotado, todavía es capaz, como último acto existencial, de no resistirse a la tentación. El sexo como último episodio lúdico de la vida.

http://blogs.elpais.com/eros/2012/01/autor-invitado-josep-giralt-periodista-barcelona-lo-permitido-no-atrae-lo-que-no-lo-est%C3%A1-excita-nuestro-deseo-ovidi.html#more

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