La conquista de un Oscar o, sin más, la posibilidad de asomar la cabeza en el entramado social de Hollywood no es un asunto fácil. Xavier Mariscal lo comparaba ayer con la travesía por mar de un llaut, el pequeño y tradicional barco de pesca menorquín, frente a una flota de lujosos transatlánticos. El bote, se entiende, es Chico y Rita, candidata al Oscar a la mejor película de animación. Y, los transatlánticos, las estadounidenses Rango, El gato con botas y Kung Fu Panda 2. Entre unos y otros quedaría la quinta en liza, Un gato en París. “En el trasatlántico tienes muchas emociones, puedes ir a la piscina, al baile con el capitán, tratar de ver si te ligas a la chica del camarote 3.800. En cambio en el llaut tienes una experiencia emocional fantástica. A lo mejor pillas un pescadito o pillas bien las olas. Es otra experiencia”, explicaba Mariscal, aferrado al símil marinero.
Fernando Trueba, coautor con Mariscal del filme, conoce el terreno que pisa (hace 18 años logró una estatuilla a la mejor película en habla no inglesa con Belle Époque) y quizá por eso desde que aterrizó el miércoles en Los Ángeles se pasea sin ansiedad por una ciudad profesionalmente hostil para cualquier foráneo. La candidatura de Chico y Rita ha convocado en Hollywood no solo a los artífices del filme sino a una excursión de familiares y amigos que siguen los pasos del patriarca (Trueba) y del miembro díscolo del clan (Mariscal). Si el domingo ganan el Oscar a la mejor película de animación el director de El año de las luces no se lo dedicará por segunda vez a Billy Wilder, “se lo dedicaremos a Méliès”, le quita la palabra el autor de Cobi. Y a Trueba le gusta la idea.
Más delgado y con la cabeza rapada, el director madrileño lucirá el esmoquin remendado de hace 18 años, mientras Mariscal (“yo soy como Letizia, visto moda española”) lucirá uno del diseñador catalán Josep Abril, “pintillo, muy rock and roll”. El reparto de papeles entre Trueba y Mariscal quedó claro ayer durante el encuentro que los creadores de Chico y Rita tuvieron con un grupo de periodistas en el coqueto chalé que Egeda tiene en Beverlly Hills, una casa con jardín y piscina que sirve de infraestructura para los productores españoles que aterrizan en la ciudad.
Mientras Trueba apeló a la sensatez, Mariscal se lanzó por el tobogán de su gracioso ingenio. “El peligro de la animación es que en lugar de hablar de Albert Camus y Thelonious Monk estamos hablando de gatos y lagartijas”, dijo Trueba ante la descripción que hizo Mariscal de las otras películas: “Hombre, Fernando, no estoy muy de acuerdo con eso", le contradijo con un mohín cariñoso Mariscal. “Sí, Chico y Rita entra por la piel, no por el tarro. Es un espectáculo de gran pantalla", añadió Mariscal sobre un filme que recrea Nueva York, La Habana y las Vegas con un esplendor y una exuberancia visual asombrosa. “Quizá aquí, pese a ser una película carísima para España, somos pequeños, humildes y artesanales, pero estamos sin complejos. Nuestra película tiene historia, tiene personajes, tiene emoción. Después de verla mucha gente se olvida de que era de dibujos”, explicó Trueba antes de que su compañero volviera a las metáforas oceánicas: “En una industria como esta, con tantos tiburones imponiendo sus películas en la distribución mundial, no deja de ser sorprendente que elijan una película independiente en la que no hay animales sino personajes reales. Si yo fuera el jurado de estos premios de verdad que elegiría Chico y Rita, y no lo haría como Mariscal sino como ejecutivo en busca de nuevos mercados. El dibujo animado no es un mero género, sino una manera muy poética de contar la vida”.
Una vida que en manos de Mariscal se vuelve expresiva, colorista y exagerada. “Aquí no venimos ni a perder ni a ganar. No nos sentimos en un concurso. Aquí hemos ganado un viaje y unas vacaciones estupendas. Estamos felices disfrutando de este tiempo maravilloso, de la limusina y de todo el caso que nos están haciendo”.
El entusiasmo de Mariscal y Trueba lo comparte el tercer español en la gala: Alberto Iglesias, candidato por la banda sonora de El Topo. El músico, que ya firmó la música de otra adaptación de John le Carré, El jardinero fiel, y que hace solo unos días lograba su décimo Goya por La piel que habito, cree que la banda sonora de The artist, del francés Ludovic Bource, es la favorita de una candidatura en la que hace doblete el clásico compositor de cine John Williams (War horse y Las aventuras de Tintin). Quizá por ese cómodo segundo plano, Iglesias se mueve por Hollywood sin asomo de tensión. Acompañado de su familia, hospedado en el mismo hotel que los Trueba-Mariscal, acaso solo sabe ocultarlo con ese mismo tono de contención emocional de la banda sonora que le ha traído aquí por tercera vez.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/24/actualidad/1330116542_980601.html
Más delgado y con la cabeza rapada, el director madrileño lucirá el esmoquin remendado de hace 18 años, mientras Mariscal (“yo soy como Letizia, visto moda española”) lucirá uno del diseñador catalán Josep Abril, “pintillo, muy rock and roll”. El reparto de papeles entre Trueba y Mariscal quedó claro ayer durante el encuentro que los creadores de Chico y Rita tuvieron con un grupo de periodistas en el coqueto chalé que Egeda tiene en Beverlly Hills, una casa con jardín y piscina que sirve de infraestructura para los productores españoles que aterrizan en la ciudad.
Mientras Trueba apeló a la sensatez, Mariscal se lanzó por el tobogán de su gracioso ingenio. “El peligro de la animación es que en lugar de hablar de Albert Camus y Thelonious Monk estamos hablando de gatos y lagartijas”, dijo Trueba ante la descripción que hizo Mariscal de las otras películas: “Hombre, Fernando, no estoy muy de acuerdo con eso", le contradijo con un mohín cariñoso Mariscal. “Sí, Chico y Rita entra por la piel, no por el tarro. Es un espectáculo de gran pantalla", añadió Mariscal sobre un filme que recrea Nueva York, La Habana y las Vegas con un esplendor y una exuberancia visual asombrosa. “Quizá aquí, pese a ser una película carísima para España, somos pequeños, humildes y artesanales, pero estamos sin complejos. Nuestra película tiene historia, tiene personajes, tiene emoción. Después de verla mucha gente se olvida de que era de dibujos”, explicó Trueba antes de que su compañero volviera a las metáforas oceánicas: “En una industria como esta, con tantos tiburones imponiendo sus películas en la distribución mundial, no deja de ser sorprendente que elijan una película independiente en la que no hay animales sino personajes reales. Si yo fuera el jurado de estos premios de verdad que elegiría Chico y Rita, y no lo haría como Mariscal sino como ejecutivo en busca de nuevos mercados. El dibujo animado no es un mero género, sino una manera muy poética de contar la vida”.
Una vida que en manos de Mariscal se vuelve expresiva, colorista y exagerada. “Aquí no venimos ni a perder ni a ganar. No nos sentimos en un concurso. Aquí hemos ganado un viaje y unas vacaciones estupendas. Estamos felices disfrutando de este tiempo maravilloso, de la limusina y de todo el caso que nos están haciendo”.
El entusiasmo de Mariscal y Trueba lo comparte el tercer español en la gala: Alberto Iglesias, candidato por la banda sonora de El Topo. El músico, que ya firmó la música de otra adaptación de John le Carré, El jardinero fiel, y que hace solo unos días lograba su décimo Goya por La piel que habito, cree que la banda sonora de The artist, del francés Ludovic Bource, es la favorita de una candidatura en la que hace doblete el clásico compositor de cine John Williams (War horse y Las aventuras de Tintin). Quizá por ese cómodo segundo plano, Iglesias se mueve por Hollywood sin asomo de tensión. Acompañado de su familia, hospedado en el mismo hotel que los Trueba-Mariscal, acaso solo sabe ocultarlo con ese mismo tono de contención emocional de la banda sonora que le ha traído aquí por tercera vez.
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