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terça-feira, 21 de fevereiro de 2012

Un beso es un beso es un beso...


Hoy me desperté evocando besos apasionados (los correspondidos), e irremediablemente acudieron a ese paisaje de semi-inconsciencia también los otros, los besos deseados pero apenas devueltos por cortesía. ¡Qué desperdicio, con lo esenciales que son los besos para enamorarse (y para que nuestro cerebro libere endorfinas, oxitocina y todos los antídotos naturales contra la abulia)!
Desayuné y encendí el ordenador. Un amigo de Facebook había colgado un vídeo de Let me kiss you (Déjame besarte) de Morrisey (Live in Manchester, 2004). Y si a alguien no puedo resistirme es, justamente, al ex líder de los Smiths que ya pisa firme los cincuentaytantos (y que, al parecer, nunca dejará de ser ‘así’ de sexy). Por lo tanto, allí cliqueé.

'Let me kiss you', por Morrisey, el ex líder de los Smiths, en directo, en Manchester (2004).

Boquiabierta por enésima vez frente al señor de Manchester, repetí la acción del play hasta que se hizo la hora del almuerzo. Entretanto, pensaba en lo sensual que me resulta este admirador de Goethe y de todos los torturados sentimentales de este mundo; lo recordé en el FIB de Benicássim, un par de años atrás, protestando desde su vegetarianismo radical contra las hamburgueserías del predio que asaban “cadáveres”; miré detenidamente sus labios británicos, nada carnosos y sin embargo, tan apetecibles, pidiendo “let me kiss you”.
Hay que encontrar “un lugar bajo el sol”, canta Morrisey. “Yo ya encontré el mío”, dice tan campante, y luego te propone besarte, besarlo, besarme.
Vuelvo sobre los besos del arte: el de Klimt; el de La eterna primavera de Rodin; el beso pop de Roy Lichtenstein; el de Hero y Leandro según la escultura que hay en un parque de Buenos Aires de Jean Paul Baptiste Gask y, por supuesto, el de Doisneau.
El Beso Gustav_Klimt
'Der Kuss' ('El beso'), óleo de Gustav Klimt.

El beso de Doisneau habrá sido la foto más vendida de la historia, pero significó apenas un mojón en el largo recorrido de las representaciones artísticas de besos con gracia. La pareja del París de los años cincuenta la conformaban dos estudiantes de arte dramático. Quizá por eso, porque eran actores y hacían más que posar, transmitieron tanto a tanta gente.
Algo similar ha conseguido Dior encargando a Sofia Coppola un spot publicitario que protagoniza Natalie Portman y que contagia verdadera ternura y mucho deseo de un beso de aquellos. Aun los que casi nunca prestamos atención a los anuncios de la tele nos enganchamos con la expresividad de la chica que en esos mismos días, sufriente cisne, también estaba en la gran pantalla.

Spot de Sofía Coppola para Dior, protagonizado por Natalie Portman.

Rodolfo Valentino y todos aquellos intérpretes del cine de gestos ampulosos tendrían que vérselas hoy con la naturalidad que exige cualquier representación. Sin embargo, había una mujer que ya en los treinta podía hacer creíble y deseable lo que tocara: Marlene Dietrich. ¿Alguien se ha perdido aquel beso ‘lésbico’ de la Dietrich de frac en Morocco (1930) de Josef Von Sternberg? Si la respuesta es afirmativa, aquí va la escena, ¿la pionera?

Escena mítica de 'Morocco', de Josef Von Sternberg, con Marlene Dietrich.

Volviendo al asunto de bocas entre hombres y mujeres, en su libro Anatomía del amor, rescata la antropóloga Helen Fisher al etólogo Desmond Morris que, en 1967, “propuso que cuando nuestros antepasados se convirtieron en bípedos, los signos sexuales que inicialmente ornamentaban la grupa (‘cadera’) pasaron a decorar el tórax y la cabeza. A partir de ahí, las mujeres desarrollaron labios rojizos y protuberantes, para semejar labios vaginales, y pechos bamboleantes y carnosos para semejar nalgas prominentes”.
Estos signos de “predisposición sexual” frente a los “machos ancestrales”, apunta Fisher, estarían detrás de la evolución, ya que las mujeres con grandes pechos “engendraron más hijos, legando ese rasgo a través de los siglos”. No sabemos si las chicas con labios aparentemente más jugosos también triunfaron como madres, pero no cabe duda de que este sigue siendo uno de los rasgos icónicos del erotismo.
A una amiga de piel translúcida de venas azules, un macho casi tan ancestral como aquellos le dijo una vez que ella besaba como una morena de labios carnosos, a pesar de no estar dotada de esa boca su anatomía boreal. Esto me llevó a preguntarme si es que podemos refinar nuestra técnica para suplir ciertas carencias físicas.
Como sea, está claro que para muchas mujeres y para algunos hombres, los buenos besos jugosos significan más que el sexo propiamente dicho a la hora de definir esa indefinible compatibilidad de piel o química entre dos personas.
A propósito, una vecina acaba de confesarme que la prueba de fuego para tomar la decisión de separarse de su marido fue la constatación de que hacía por lo menos dos años que no se daban un beso como dios manda, a pesar de que sus sesiones de cama gozaban de un aceptable nivel y buena frecuencia.
Y aquí cabe otra duda: ¿debemos interpretar los besos ajenos desde el valor sagrado que algunos les asignamos? ¿Esos besos llenos de pudor, esas bocas medio secas y entrecerradas son necesariamente un signo de desamor o falta de deseo?
Presiento, en base a una limitadísima experiencia, que en el Occidente conocido, los besos forman parte indisoluble de los preliminares y del sexo, pero que esto no ocurre de la misma manera en todos los continentes. Intuyo que hay culturas y culturas en cuestiones de erotismo labial (por lo demás, una materia tan relativa), pero esto será motivo de nuevos debates.
Mientras tanto, propongo combatir los días con baja humedad relativa a fuerza de canciones como Let me kiss you.

Por: | 11 de diciembre de 2011
http://blogs.elpais.com/eros/2011/12/un-beso-es-un-beso-es-un-beso-es-un-beso-listo.html

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