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quinta-feira, 19 de junho de 2014

La pelota


Los Indígenas jugaban pelota antes de la llegada de Colón





En las bocas del Apure los otomanos se divertían jugando pelota un poco al estilo del voleibol de nuestros días. Asimismo, mayas de Centro América y aztecas mexicanos, al igual que griegos y romanos de la antigüedad.

Los romanos eran muy aficionados al juego de pelota y los soldados del Imperio lo llevaron a todos los pueblos dominados por Roma, entre ellos España, donde se asentaron seis siglos antes que los moros.

De suerte, cuando Cristóbal Colon llegó a la America ya nuestros indígenas jugaban pelota, por lo que seria falso afirmar que esta manisfectacion deportiva de los pueblos americanos forma parte de nuestra herencia hispana. De ninguna manera, ya nuestro indígena, por ingenio propio, se divertía jugando con una pelota elástica que elaboraban con el látex extraído del caucho o de otros árboles de la misma familia, que tanto abundaban bajo el arco sur orinoquense.

En Chichén-Itzá, Yucatán, todavía es posible ver las ruinas del estadio donde los mayas se recreaban con la pelota. Jugaban en un estadio oblongo y de vastas dimensiones, limitado por muros de piedra, con templetes de bella arquitectura en su parte superior, decorados con esculturas y relieves. En las dos paredes mayores, una frente a la otra, se fijaban en el centro. El juego, entre dos grupos rivales, consistía en hacer pasar pelota por el agujero del disco del bando contrario. Pero no con las manos sino con las rodillas y la parte posterior del cuerpo, para lo cual se requería gran destreza, rapidez y agilidad. Un juego realmente difícil. El que más se le parece de los modernos es el baloncesto, pero nadie hasta ahora se ha atrevido a considerarlo como su antecedente. El baloncesto, al igual que el voleibol, data de fines del siglo pasado y ambos son atribuidos a profesores de Educación física de la Asociación Cristiana de los Estados Unidos. Y nos preguntamos si serian misioneros cristianos tan estudiosos y metidos en el pasado de la cultura indígena quienes los copiaron variándolos con las técnicas conocidas desde entonces por el mundo civilizado.

Lo cierto es que el juego con pelotas se inicio históricamente en la Época del Renacimiento entre los siglos XV y XVI y con el, el criquet (Inglaterra), el golf (Escocia), el tenis (Francia) y un deporte llamado soule, en el que ha querido ver un antecedente del futbol. Hasta entonces, el deporte de competencia se circunscribía a ciertas pruebas atléticas heredadas de la antigua Grecia. Al estallar la Revolución Francesa (1789) subsistía una docena de frontones de pelota, entre ellos la popular pelota vasca. Cuarenta años después, los ingleses invitaron el rugby y su variante más universal, el futbol asimismo, en 1839, los norteamericanos idearon el béisbol o baseball, popular hasta el extremo de tenerlo como su deporte nacional, muy extendido por lo demás a México, Venezuela, Cuba, Nicaragua y Puerto Rico. Hoy lo juegan hasta lo japoneses.

Pero ¿sabrán los deportistas venezolanos de la pelota moderna, venida en el bagaje cultural de otras naciones, que los indígenas del Orinoco y Apure la jugaban trinquetes dignos de ser revividos si fuésemos más auténticos?

El sacerdote José Gumilla, historiador y lingüista, misionero de la Compañía de Jesús, quien trabajo en la restauración de las misiones de los Llanos y Orinoco, dedico en su libro El Orinoco Ilustrado y Defendiendo un capitulo a los indios Otomacos, ya desaparecidos al igual que los Tamanacos de Caicara, pero que para mediados del siglo XVIII habitaban una zona inmediata a la desembocadura del río Apure en el Orinoco.

Gumilla describe a los Otomacos como indios de buen talante, de humor y singularísimo genio, vecinos de los Guamos que se distinguían porque eran encantadores juglares y bailarines, muy desnudos, apenas con un ceñidor ancho de algodón, tan sutilmente hilado, que los españoles se desvivían por conseguir esta prenda, que transformaban luego en flamante y vistosa corbata.

Los Otomacos tenían otras cualidades: bueno gourmet, pero de vez en cuando se sometía a una dieta de tierra y no es de extrañar porque el sedimento de los ríos es rico en proteínas y si no, pregúntale a la sapoara que se alimenta de microorganismos que absorbe de los sedimentos fangosos del río.

Y realidad insólita: amanecían llorando la ausencia de sus difuntos. Todos los días de Dios y, luego que aclaraba el día, la alegría se apoderaba de ellos hasta la media noche que extenuados de bailar se echaban a dormir. Dormían poco. Gumilla dice que no más de tres horas, cazar, ir de pesca y divertirse danzando durante la noche y jugando pelotas hombres y mujeres, durante las horas de asueto.

El trabajo de siembra, recolección, caza y pesca era comunitario y cotidianamente alterado entre los Otomacos aptos para labores de subsistencia. Quienes laboraban un día tenían derecho a descansar al día siguiente, pero no era descanso propiamente sino recreación, mediante el juego de pelota.

El juego de pelota, según el padre Gumilla, se escenificaba en la cercanía del pueblo, algo apartado de las casas, entre dos equipos de doce jugadores cada uno y de mayor numero cuando se incorporaban las mujeres. Como cualquier competencia de nuestros días tenia sus reglas, sus jueces y menudeaban las apuestas.

He aquí lo que escribe Gumilla: hay sus jueces viejos, señalados para declarar si hay faltas, si ganó o perdió raya, y para resolver las dudas y porfías ocurrentes. Fuera de los que juegan en los partidos, las demás gente, dividida en bandos, apuestan unos a otros a favor del otro partido; tienen su saque de pelota y su rechace con tanta formalidad y destreza que ni los mas diestros navarros les harán ventaja. Lo singular es así la pelota como el modo de jugarla: la pelota es grande, como una bola de jugar el mayo, formada de una resina que llaman caucho, que a leve impulso rebota tan alto como la estatura de un hombre; el saque y rechazo ha de ser con solo el hombro derecho, y si toca la pelota en cualquier parte del cuerpo, pierde una raya. Causa maravilla ver ir y venir, rechazar y volver la pelota, diez, doce y más veces, sin dejarla tocar el suelo. Es otra cosa de mayor admiración, al venir una pelota arrastrando, ver arrojarse aquel indio contra ella con todo el cuerpo, al modo con que suelen arrojarse al agua para nadar, del mismo modo dando con todo el cuerpo contra el suelo, y con el aire levantan por esos aires otra vez, la pelota; y de este repetido ejercicio crean callos durísimos en el hombro derecho, juntamente una singular destreza en el juego. Jamás pensé que entre tales gentes cupiera tal divertimiento con tanta regularidad”.

Al juego de los hombres se incorporaban las mujeres Otomacas a la hora del mediodía, una vez concluida sus labores hogareñas. Lo hacían provistas de una pala redonda en su extremidad “de una tercia de ancho de bordo a bordo, con su garrote recio, de tres palmos de largo, con el cual, con ambas manos juntas, rechazan la pelota con tal violencia, que no hay indio que se atreva a meter el hombro a repararla; por lo cual, desde que entran las mujeres con sus palos, hay facultad para que todas las pelotas rebatidas con palas se rechacen con toda la espalda; y raro del día hay que no salga algún indio deslomado de los pelotazos furiosos de las Otomacas, que celebran con risa estas averías. Desde que llegan las indias, empiezan a jugar aquel ellas cuyos maridos están en los partidos, poniéndose doce de ellas en cada lado, según dijimos de los hombres; con que ya sobretarde juegan veinticuatro en cada partido, sin confusión, porque cada cual guarda su puesto, y nadie quita pelota que va otro; y durante el juego guardan gran silencio.


Este juego de pelota de los Otomacos, Gumilla lo encontraba parecido al de los indios mejicanos y centroamericanos que rebatían la esfera con el cuadril. Pero el juego de los Otomacos tenía su parte cruel. Gumilla la califica de “carnicería” pues prácticamente en la cumbre del evento, sobre todo cuando apretaba el sol y eran afectados por una fiebre ardiente a causa de la agitación y la insolación, acudían al sangramiento, hiriéndose las extremidades con afilados dientes de pescado. Al cesar el juego se lanzaban al río para restañarse las heridas con la arena.

El fraile Francisco Ramón Bueno, misionero en Guayana durante dieciocho años, entre el Caura y La Urbana, escribió un diario entre 1800 y 1804 en el que narra las costumbres y creencias de varias naciones de indios y en el mismo da cuenta así de un juego de pelota que presenció entre los Otomacos: “Hoy, 28, los indios tuvieron un juego de pelota, desafiados con los Otomacos de Cunaviche; duró desde la mañana hasta metido el sol, se sangraban repetidas veces ya en las muñecas, brazos, codos y piernas con una puya de raya, atravesando la carne con ella, y mayormente la lengua, con cuyo derramamiento ungían todo el cuerpo. Esta fiesta estuvo algo contemplativa y nada profana.

La circunstancia sangratoria la practican en todas las ocasiones que forman dicho juego, y dice n es para poner liviano el cuerpo, descargándolo algo de la masa sanguínea. Juegan con la cabeza, codos, hombros y nalgas, jamás con las palmas de las manos.

Lo importante de todo es que nuestros indios de las cuencas del Orinoco y el Caribe, muy a su modo cultural, conocieron y practicaron el juego de pelota, no porque lo hayan traído los hispanos durante el proceso colonizador, sino porque surgieron aquí con partida de nacimiento legítima y acaso como antecedente histórico ¿Por qué no? De los modernos deportes propios de América, como lo son el baloncesto, el voleibol y el béisbol.

http://mitoscuentosleyendasanectotas.blogspot.com/2013/07/los-indigenas-jugaban-pelota-antes-de.html

domingo, 8 de junho de 2014

Descascando o abacaxi



10 Brazilian Expressions That Should Exist In English
Forget everything you know about language, it’s time to peel the pineapple.





Julia FurlanBuzzFeed Staff



Tomara-que-caia = “I hope it falls”


Actual meaning: a strapless shirt/tank top


Abotoar o paletó = “To button up your blazer”


Actual meaning: to die


Jogar o verde pra colher maduro = To throw out green fruit and pick it ripe




Actual meaning: To say something you think is half-true so that another person tells you a secret.


Baixar a bola = “lower the ball”




Actual meaning: slow your roll


Descascar o abacaxi = “Peel the pineapple”





Actual meaning: To solve a problem


Deitar o cabelo = “Lay down your hair”




Actual meaning: to move fast


Enfiar o pé na jaca = “To stick your foot in the breadfruit”






Actual meaning: to really, really go for it
(This is because, as you can imagine, stepping in a breadfruit is a pretty big sensory experience.)


Rei na barriga = “King in the belly”

Actual meaning: To be arrogant and full of oneself


Viajar na maionese = “To travel in the mayonnaise”




Actual meaning: To say something crazy


Tempestade em copo d’agua = “A hurricane in a cup of water”

Actual meaning: to make a big deal about something that’s not a huge deal


http://www.buzzfeed.com/juliafurlan/10-brazilian-expressions-that-should-exist-in-english

sábado, 7 de junho de 2014

So what are they frustrated about?

Brazilian elite uses the World Cup to show their discomfort in being Brazilian

ellusmatsukawa“Down with this underdeveloped Brazil.” That is how jeans-wear Ellus decided to engage with the World Cup — by putting that message in a shirt. I suppose they have a lame PR response, saying it is against the bottlenecks, not against the country. Still all Brazilians who understand our stray dog syndrome know what people who wear that shirt actually mean. After all, Ellus stores are attended mostly by folks who don’t use the public healthcare system. They don’t study at state schools. And they rarely set foot into public transportation in Brazil’s main cities (although they gladly do it abroad).
So what are they frustrated about? Are they as selfless as the activists who protest with an end in sight, whatever that end is? Or do wealthy Brazilians voice their criticism out of sheer boredom?
My answer is that rich Brazilians are frustrated for being Brazilian. And they poison the tone about Brazil hosting the World Cup more than the mistakes and bad planning in the run-up to football’s extravaganza. I know it isn’t exactly news for anyone who has been in a Brazilian party in Jardins or Leblon. But this is probably a good moment to point that out.
Some elitists deal with that upsetting reality of being Brazilian in a proactive fashion: they get an European passport, as if they were one of those who really have a family bond abroad. Others choose to target symbols that are linked to the country they reject. That has been done before. Samba, country music, feijoada and all things Brazil are either discarded or twisted into a gourmet version that fits the elite’s allegedly better taste.
Football has somehow been in the middle of the road — one can’t disbrazilian football. But now European clubs are more and more popular here. Perhaps that shows the attention is shifting in that area too. It would be a good reason to explain why World Cup criticism, which was very irrelevant not long ago, gave the Brazilian elite an opportunity to express their annoyance.

“Dear foreigners, please, don’t come to the Brazil World Cup because we can’t protect you from the people we hate. Wait for us to visit you, please.”
The June 2013 protests changed the landscape for Brazilian elites. After transport fare protests became a national wave including very different kinds of people, rich Brazilians became very vocal for the first time in a long time. It was their time to show their presence after years and years of frustrating movements. They used the legitimacy of the initial protests to make it sound as if we were all on the same boat. The World Cup one was surely a great link.
World Cup spending only got in the equation after the movement exploded. Although preparations surely deserve criticism, it was only one year before kick off that our elite discovered this could draw more attention to all they dislike about Brazil. Suddenly they made Brazil look as undemocratic as North Korea, as poor as Paraguay, as chaotic as India, as careless about human rights as Saudi Arabia, as corrupt as Russia. Brazil has surely bits of all of those, but is very different from all of them.
Even if Brazil were like that, our elite would have to do soul searching, not finger pointing. Of course there are exceptions, but wealthy, schooled and well traveled anti-World Cup social conservatives aren’t very keen on sharing the country that got the World Cup basically because it started sharing its profits with the poor. The fact Brazil has spread some wealth in the last 20 years doesn’t sit well with rich kids who hear their rich grandparents say great things about those years of the military rule. Some say they identify with the opposition parties, but it is merely a matter of taste: in substance, the ruling Workers Party isn’t very different from the Brazilian Social Democracy Party.
Unsurprisingly, these are the same who advocate for changes that, essentially, give a harder time to anyone out of their league. They want to put under 18s in jail, to get more active policing, to make corruption a heinous crime (only for officials, not for those who bribe them) and so on. Among those people you can also find critics of measures to bring foreign doctors. Others are the very doctors who refuse to work in poor communities — they want to earn more working as dermatologists in big cities. I can’t see European, American or Asian elites being so self-absorbed. It is probably a Latin American thing.
What better symbol for the Brazilian elite to channel their frustration with Brazil not being what they want than to hammer the football World Cup, the event that makes the country stop every four years? Support for Brazil hosting the tournament has surely dropped in the last year or so, but it is the platitudes spread by the rich Brazilians (sometimes in English) that are getting time in the limelight as if these guys lived through the grievances they address. Truth is they don’t even care about them. Many are kidnapping the very social agenda they disagree with to make shallow and politically disengaged criticism.
That is a often a disguise for their discomfort for being Brazilian, unlike criticism from those who give a meaning to their antagonism.
Mainstream media has picked on that elitist rejection and amplified it. Videos like Carla Dauden’s boycott offer are used to show there is a nationwide bad vibe. But that is the feeling of the “upper middle class”, as they like to define themselves (FYI: apparently there are no rich people in Brazil. That Human Development Index map below might disagree, but who cares?).
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Hosting the World Cup, which was meant to be a pinnacle of social inclusion, is being twisted into a mere “we spend too much, get too little” event.  The tone used by the wealthy Brazilians isn’t “this needs fixing” — most of them know too little of politics to actually engage with substance. Their message is “screw all this” (as Carla Dauden’s boycott video suggests). It seems the underdeveloped Brazil deserves to be embarrassed by the perpetrators, not by the victims. The latter are critics, but not ashamed of their country.
Elites who criticize the World Cup in Brazil have used well a great chance to show they don’t relate to football as everyone else — they sold the idea that those engaged with the World Cup are actually disengaged with Brazil. They show themselves as agents for real change, when they are quite the opposite — just look at their other suggestions and you will see Brazilian elites couldn’t care any less about people being evicted because of new stadia, for example.
I am no Marxist. But it is difficult to defend one of the most narrow-minded elites in the world. Many foreign journalists who spent long enough here will second me on that. Brazil’s favelas somehow remind our tiny, white and sometimes religion-crazy rich people that they had the keys to slavery. So they slam the World Cup being played not far from those. On the hills of Rio and São Paulo suburbs, there are hundreds of thousands whose great grandparents couldn’t be hired because master wouldn’t buy his property again by giving him a contract.
These Brazilians don’t blame only the organizing committee for World Cup construction delays: they pin it on builders for being slow and ineffective. That’s how they satisfy their fetich with poor being responsible for their poverty. Brazilian elites very often see a black person as a potential maid or a driver. If they don’t get that glass of orange juice at 8 am, it is probably because these poor folks are just a bunch of lazy ungrateful people. “Typical Brazil,” one of those told me once at an interview in a hotel.
(Not very different from what The Economist recently suggested in a very poor comprehension of Brazil’s complexity.)

Congressman Romário voiced many elitist perceptions in the run up to the World Cup. Now he profits doing World Cup ads. 
Large chunks of the media revolve around that tiny elite for their stories. Although there are activists with reasonable concern for human rights and better services for everyone, most of the message has to do with what wealthy Brazilians can express in English. That’s how they got known: by whining about things they don’t understand in Brazil. (See the case of Arena Corinthians. It sits in a poor region. Many elitists say they won’t go because it is “an ugly part of the city”.)
That shirt by Ellus is a great example of an old standard of the wealthiest Brazilians: they pretend everything that is wrong with Brazil has nothing to do with them.  Corruption doesn’t start with their companies. Inequality doesn’t come from they paying less taxes than everyone else (and they still dodge fiscal laws). Crooks have never been elected or financed by them. The underdeveloped parts of Brazil are not to be dealt by engaging with politics and putting solutions forward — their idea is to prove their success comes exclusively through their effort. Everyone else’s failure is not theirs.
It is difficult to predict whether they will have success in shaming Brazil till the end. Protests are more measurable than their dissing. Whatever is the legacy of the World Cup, I just hope that the underdeveloped Brazil beats their haters. I come from the underdeveloped Brazil. If the World Cup were our biggest problem, it would be great. If the World Cup isn’t a success, I will be here to report it as it is. But I am hoping it will. Not only because of previous experiences in big sporting events. It is because I want to see people who wore that shirt eat their words very soon.
Down with Ellus!

http://abrazilianoperatinginthisarea.wordpress.com/2014/05/08/brazilian-elite-uses-the-world-cup-to-show-their-discomfort-in-being-brazilian/

quinta-feira, 5 de junho de 2014

Babá Alapalá - Rita Ribeiro -


É junho


No Tempo Certo

Olha pro céu, meu amor
veja como ele está lindo...




É junho. Já sinto o cheiro de mugunzá. De pamonha. Canjica. Já os pés mais leves de quadrilhas lembradas e esperadas. Já cores e promessas de risos a mais. Um último réquiem para maio: começaste muito pior do que terminaste. Em algum momento me trouxeram de volta o riso. Trouxeram-me a espera e a inquietação. Não faz mal, melhor o tanto querer que me agita que a apatia e desesperança.


É junho e há tantas cores a mais. E vestidos. Bandeirinhas e balões. Há mais música, sanfonas choradeiras a me convidar o corpo. Há anseios por salas de reboco. Há inesperadas coreografias ou ensaiados passos. Há chuva, mas de bala. Há santos que casam e tantas simpatias. Acho lindo esse nome: simpatia. É lúdico e escorre da língua. Dá vontade de sorrir.


É junho e há um certo cansaço de fim de semestre, mas é morosidade de fim de tarde e rede na varanda chupando rolos de cana. É doce. O corpo se lembra de se saber carne. Gosto dos momentos finais do semestre, o assombro de alguns, a tranquila certeza de uns poucos, a agitação de muitos. Gosto de olhar acertos e equívocos e já saborear a expectativa do novo, do outro, do próximo.


É junho e há chegadas. Há amiga que cruza o oceano. Traz, nos olhos, no colo e no riso, um saber novo. Eu a espero com um querer bem que se faz abraço e histórias e silêncio, muito silêncio de simplesmente se olhar e saber que uma e outra se são em amor. Há amigas que vem do Sudeste. Ali, de um frio sem espelho aqui. Vêm em encanto, em conversa, em aprendizado. Vêm em entrega. Em revelações. São bárbaras. Desbravam meus caminhos e me dão a conhecer. Eu as espero com varandas, livros e cervejas. Eu as espero com solar afeto. Com risos e danças e juninas belezas.


É junho e as meninas só pensam em namorar. E usam saia que termina muito cedo porque facilita. É junho e eu não preciso chorar porque a sanfoninha chora chora a minha dor. É junho de terreiro iluminado, de fogueiras saltadas, tempo em que eu me amoreno em cheiro de fulô. Junho de cabo a rabo tempo de sentir o sertão latejando no pulso.


É junho, não mais maio, não ainda julho. É junho. Junho. Junho em amarelos. Em sol. Calor de praia. Convite. É junho para os sentidos. Para ver o que há pra se desejar. Cobiça. É junho pra ouvir. Vezes e vezes a voz se fazendo música. Junho para tocar, a pele se fazendo seda. Para provar. Deixar-se ser sabor. Junho para oferecer. E torcer. Junho para despir a tristeza de maio, a angústia de maio, o vazio de maio. Nua de maios, estou pronta. É junho.


Por Luciana Nepomuceno
http://borboletasnosolhos.blogspot.pt/2011/06/no-tempo-certo.html


Maria Bethânia põe os pés na terra em ‘Meus quintais’

Novo álbum da cantora une memórias da Bahia, Dona Canô

o Brasil caboclo de Iaras e luas cheias


POR 

Disco tem compositores como Chico Cesar, Adriana Calcanhotto, Roque Ferreira, Tom Jobim, Dori Caymmi e Paulo César Pinheiro
Foto: Camilla Maia / Agência O Globo
Disco tem compositores como Chico Cesar, Adriana Calcanhotto,
Roque Ferreira, Tom Jobim, Dori Caymmi e Paulo César Pinheiro

 - Camilla Maia / Agência O Globo




RIO - Num cantinho da casa de Maria Bethânia, entre plantas de Maria Bethânia, um pequeno candeeiro feito por Maria Bethânia sustenta uma chama. A capa de “Meus quintais” (Biscoito Fino), novo álbum da cantora, anuncia o espírito que atravessa suas 13 faixas, dos versos aos arranjos — a amplidão da natureza, do divino e do humano tratados numa esfera de intimidade profunda. Como se fosse um “Brasileirinho” para dentro.

—Eu fui criada em cidade do interior, em casa — começa Bethânia, ao falar do quintal real, vivo em sua memória, que serve de espinha dorsal ao disco. — O quintal ficava lá atrás, era terra, árvore, uma coisa assim meio de onça, bicho do mato. Tive a felicidade de ter um irmão da qualidade de Caetano no galho de outra árvore. Eu ficava num, ele no outro. Aquilo era um brinquedo muito saboroso. O quintal é um lugar livre, onde você aprende a se concentrar, a namorar, sua cabeça viaja. E ao mesmo tempo você vê a casa, faz parte de um lugar muito bem alicerçado. O quintal pra mim sempre teve um significado muito grande. Tão grande que, sem prestar atenção a isso, quando foi feita a reforma da casa, quando meu pai ainda era vivo, pedi que meu quarto ficasse no quintal, não no hall. Porque foi onde eu vivi. Ali que tudo formou em mim.

VEJA TAMBÉM
Crítica: 'Meus quintais', de Maria Bethânia

Aquele quintal de Santo Amaro aparece no disco claramente na figura de Dona Canô, que paira sobre o álbum e está numa foto do encarte, recostada no ombro de Bethânia, numa foto tirada em seu aniversário de 100 anos — ao lado da imagem, versos de “Dindi” (“O vento que fala nas folhas/ Contando as histórias que são de ninguém/ Mas que são minhas e de você também”). Primeiro álbum de estúdio da cantora feito após a morte da mãe, no fim de 2012, “Meus quintais” é marcado por essa ausência. “Mãe Maria” (de Custódio Mesquita e Davi Nasser) é a maior evidência disso.

— É a única regravação. Gravei há muitos anos. É óbvio que naquela época Mãe Maria era minha mãe, minha mãe de santo, Nossa Senhora da Purificação, minhas senhoras todas... Hoje Mãe Maria sou eu. Eu mesma me contando as lendas da “Moda da onça”, da Iara. Eu mesma me dando algum conforto já que essas mães... Quando perdi minha mãe tive um pouco que assumir eu mesma. Eu que tenho que cuidar de mim — diz Bethânia, reforçando a fala ao notar que são delas os cabelos brancos da foto do encarte sob a letra de “Mãe Maria”.

As lendas da “Moda da onça” e da Iara que a cantora cita são referências às faixas “Moda da onça”, folclore recolhido por Paulo Vanzolini (“É uma característica do Brasil extraordinária: um cientista, trabalhando no Butantã, faz a moda da onça daquela maneira, o mesmo que escreve ‘Ronda’...”) e “Uma Iara/ Uma perigosa Yara”, junção de música inédita de Adriana Calcanhotto e texto de Clarice Lispector, editado por Fauzi Arap e Bethânia, na última parceria da dupla, pouco tempo antes de o diretor morrer, em dezembro passado.

As duas faixas estão dentro do universo caboclo, roça, índio de “Meus quintais” — uma ampliação dos galhos da árvore dos fundos da velha casa:

— O disco é árvore, pé no chão, estou descalça. Todo mundo conta que os Veloso têm uma ancestralidade dos pataxós. Tenho uma atração muito grande por essa coisa do índio. E o caboclo foi a primeira expressão religiosa africana que vi. Santo Amaro tinha candomblé de caboclo, que são os espíritos índios. Eu adorava, era muito alegre. Adorava ouvir as cantigas, era perto da minha casa. Essa lembrança me veio muito forte, tive essa intuição.

A intuição de que aquele podia ser um caminho para algo indefinido — Bethânia não tinha a intenção de lançar nada neste ano, ia deixar para 2015, quando completa 50 anos de carreira — levou a cantora a convocar Chico César para compor para ela. Ele atendeu ao pedido e assina duas do disco, “Xavante” e “Arco da velha índia”, que fez pensando na cantora (“O arco da velha índia/ É corda vocal insubmissa”):

— Foi um modo de ele me ver. Estou velha, de cabelo branco... Fiquei fascinada por aquilo — conta Bethânia. — Ele dedicou a mim, mas eu disse que queria dedicar a Rita Lee. Porque Rita sempre fala que quer ser a velha índia sábia. Eu brincava, cheguei a falar para ela cantar “Uma Iara” comigo, mas depois pensei: “Deixa a Rita quieta”.

Ao saber que o paraibano estava compondo para Bethânia, Calcanhotto mandou uma mensagem: “Ciúme de Chico César”. A cantora pediu então que ela fizesse algo para Iara. Saiu “Uma Iara”, no qual a compositora chega ao mito amazônico pela Grécia (“Iara, a que canta, a citéria”).

“Sou senhora e sou meninota”


“Meus quintais” inclui ainda o samba-enredo indígena “Povos do Brasil” (de Leandro Fregonesi), quatro faixas de Roque Ferreira (só ou em parceria com Paulo Dafilim ou Paulo César Pinheiro) e as antigas “Dindi” (Tom Jobim e Aloysio de Oliveira) e “Lua bonita” (Zé Martins e Zé do Norte), esta encharcada de memórias (“Quando falo de meus quintais tem uma melancolia também, porque eu moro desde os 17 anos longe disso”).

— Em casa ouvíamos tudo. O samba de roda, um rei que chegava (“Folia de reis” é dedicada a seu irmão Rodrigo, que recuperou a tradição do festejo em Santo Amaro), uma cantiga da bossa nova, minha mãe assoviando uma canção... “Lua bonita” entra por aí — diz, antes de se calar, emocionada.

Alguns minutos depois, ela volta à canção:

— Os baianos gostam de “Lua bonita”. Caetano gravou no “Pedrinha de Aruanda” (de Andrucha Waddington) com minha mãe. E Raul Seixas tem uma gravação que é um show. Foi onde estudei.

A melancolia se une a uma alegria infantil no álbum, explica Bethânia.

— Ao mesmo tempo em que sou eu senhora, sou eu meninota. Tanto que botei criança cantando. No CD, eu faço eu, eu conto eu, viajo em mim, passo para o caboclo, viro Iara, saio, viro tapuia.

A ideia do quintal, de liberdade, brincadeira, pé na terra, também se faz presente na exuberância seca, de poucos elementos, dos arranjos (a direção geral do CD é assinada por ela e Jorge Helder).

— Tem uma singeleza, uma naturalidade de cada um dos músicos. Eles iam realizando muito livremente, sem nenhuma pretensão de “ah, esse acorde”. Não tinha aquela festa do acorde, não.

Com essa simplicidade natural, a faixa de abertura, “Alguma voz” (Dori Caymmi e Paulo César Pinheiro), toca nos temas centrais de “Meus quintais”, entre eles o canto, que aparece no disco associado ao vento, ao mar, à terra e à voz humana:

— Ainda está muito longe de eu desvendar o mistério do canto. Acho lindo uma pessoa emitir. Um dessa maneira, outro daquela, essa individualidade que Deus determina. A voz traduz isso. E é o ar, sem o qual você não vive, que é o elemento do meu orixá. Fica uma casa boa para mim. Meu quintal.



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