Así en el amor como en el sexo: posibles comienzos, indecibles finales (I)
"Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, simulaciones, malentendidos, choques, opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría". Fragmento de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino.
Los habitantes de Cloe –una de las ciudades que Marco Polo describe al emperador Kublai Kan a la vuelta de sus viajes, en la novela de Calvino– parecen abstenerse del goce carnal y, sin embargo, transitan una ciudad en la que late un deseo que puede auscultarse con solo acercar el oído o apoyando, apenas, las yemas de los dedos. Contradicción e inquietud.
Contradicción e inquietud desde el primer piropo, la mirada pícara o la grave, la que te atraviesa… ojos que bajan sin disimulo, para escrutar tu cuerpo, tus curvas, confirmar la pulsión erótica.
Los habitantes de Cloe –una de las ciudades que Marco Polo describe al emperador Kublai Kan a la vuelta de sus viajes, en la novela de Calvino– parecen abstenerse del goce carnal y, sin embargo, transitan una ciudad en la que late un deseo que puede auscultarse con solo acercar el oído o apoyando, apenas, las yemas de los dedos. Contradicción e inquietud.
Contradicción e inquietud desde el primer piropo, la mirada pícara o la grave, la que te atraviesa… ojos que bajan sin disimulo, para escrutar tu cuerpo, tus curvas, confirmar la pulsión erótica.
Hablamos de esa turbación que se acrecienta en cada estación del juego de seducción entre dos personas que ya han vivido un buen tiempo, muchos arranques y unos cuantos inefables y seguros desenlaces.
¿Qué adulto actual se ha librado de los finales, los que se pueden prever y los que dejan ese poso de decepción que no es más que el desvanecimiento de las propias expectativas y la desaparición del personaje que cada uno se ha creado para seguir enamorado del amor y para volver al sexo una y otra vez?
En la sintaxis del amor, las mismas ilusiones que abren los dos puntos chocan, en algún momento, contra el punto y coma de la imposibilidad, o el punto y seguido de las divergencias de ambas trayectorias o el del temor a las relaciones, como titulaba Ángel Gabilondo, días atrás, un post de su blog El salto del ángel.
Alguna vez llega el punto y aparte, después de varias exclamaciones, preguntas, paréntesis, y comas, o guiones. Conocemos los signos de puntuación, pero confiamos en seguir deleitándonos con el discurrir libre de nuestras emociones, con la continuidad de esos relatos del fluir de la conciencia, que no necesitan mayúsculas ni puntos suspensivos (ni llantos ni dolores).
Todos somos perdedores desde el principio, pase lo que pase, se concreten o no la primera cita, la segunda, la plácida convivencia o el afán de novedad, las rivalidades y la entrega, el cariño, el buen sexo y el caviloso, el que tiene bríos y el desganado, el júbilo y el aburrimiento. Y no por ello dejaremos de intentar ganar cada instante para la memoria de la generosidad y nuestros goces.
Una escena decisiva de Drive, con Ryan Gosling y Carey Mulligan.
En Drive, esa película penetrante, tanto a nivel visual como sonoro, Ryan Gosling interpreta a un héroe perdedor (valga el oxímoron) que, sin proponérselo, sin voluntad de grandes epopeyas vitales, comienza una inmensa historia de amor. Así, sin querer, se embarca en problemas cada vez más irresolubles, con toda la pureza y el altruismo del que parece que somos capaces en ese estado de “embobados”.
No hay que perderse esta peli ambientada en la más intransigente L.A. ni perderle la pista a este director sensible, que hace sangre como Tarantino pero nos ahorra el manierismo, y que se llama Nicolas Winding Refn (nacido en Dinamarca y criado en los EE UU).
El cine nos ha acercado a algunos de estos antihéroes que, con cautela y conocimiento de causa, previenen a sus objetos de deseo: ellos mismos saben hasta dónde son capaces de llegar, conocen a sus propios monstruos y también descreen del idilio puesto en la adoración del otro, ese otro que será perfecto mientras lo conozcamos poco.
Tráiler de Redención (Tyrannosaur) de Paddy Considine, con el gran Peter Mullan.
Son seres desamparados que se evitan todo lo que pueden, se disputan el territorio, pero terminan cobijándose juntos, casi a la intemperie, pero juntos. Uno de estos ejemplares es el interpretado por el convincente actor escocés Peter Mullan en otra película imperdible: la británica Redención (Tyrannosaur), de Paddy Considine.
“Solo quería mirarte, ver tu sonrisa. Sabía que si te conocía más iba a descubrir las cosas en las que no eres perfecta”, le dice el iracundo Joseph (Mullan) a la aparentemente ingenua Hannah (Olivia Colman).
Así en el amor como en el sexo, no hay manera de congelar la perfecta postal del enamoramiento bobo, solo se puede disfrutar y rogar para que el afecto cubra las imperfecciones (y la intolerancia) que vayan entrando en cuadro, y/o refrescar la pantalla y volver a enamorarse.
Para poner la advertencia en verso, aquí está el chileno Nicanor Parra, el último Premio Cervantes, con su poema Atención:
A los jóvenes aficionados
A cortejar muchachas buenas-mozas
En los jardines de los monasterios
Hago saber con toda franqueza
Que en el amor
Por casto
Por inocente que parezca al comienzo
Suelen presentarse sus complicaciones.
Totalmente de acuerdo
Que el amor es más dulce que la miel.
Pero se les advierte
Que en el jardín hay luces y sombras
Además de sonrisas
En el jardín hay disgustos y lágrimas
En el jardín hay no solo verdad
Sino también su poco de mentira.
http://blogs.elpais.com/eros/2012/04/posibles-comienzos-indecibles-finales-i.html
¿Qué adulto actual se ha librado de los finales, los que se pueden prever y los que dejan ese poso de decepción que no es más que el desvanecimiento de las propias expectativas y la desaparición del personaje que cada uno se ha creado para seguir enamorado del amor y para volver al sexo una y otra vez?
En la sintaxis del amor, las mismas ilusiones que abren los dos puntos chocan, en algún momento, contra el punto y coma de la imposibilidad, o el punto y seguido de las divergencias de ambas trayectorias o el del temor a las relaciones, como titulaba Ángel Gabilondo, días atrás, un post de su blog El salto del ángel.
Alguna vez llega el punto y aparte, después de varias exclamaciones, preguntas, paréntesis, y comas, o guiones. Conocemos los signos de puntuación, pero confiamos en seguir deleitándonos con el discurrir libre de nuestras emociones, con la continuidad de esos relatos del fluir de la conciencia, que no necesitan mayúsculas ni puntos suspensivos (ni llantos ni dolores).
Todos somos perdedores desde el principio, pase lo que pase, se concreten o no la primera cita, la segunda, la plácida convivencia o el afán de novedad, las rivalidades y la entrega, el cariño, el buen sexo y el caviloso, el que tiene bríos y el desganado, el júbilo y el aburrimiento. Y no por ello dejaremos de intentar ganar cada instante para la memoria de la generosidad y nuestros goces.
Una escena decisiva de Drive, con Ryan Gosling y Carey Mulligan.
En Drive, esa película penetrante, tanto a nivel visual como sonoro, Ryan Gosling interpreta a un héroe perdedor (valga el oxímoron) que, sin proponérselo, sin voluntad de grandes epopeyas vitales, comienza una inmensa historia de amor. Así, sin querer, se embarca en problemas cada vez más irresolubles, con toda la pureza y el altruismo del que parece que somos capaces en ese estado de “embobados”.
No hay que perderse esta peli ambientada en la más intransigente L.A. ni perderle la pista a este director sensible, que hace sangre como Tarantino pero nos ahorra el manierismo, y que se llama Nicolas Winding Refn (nacido en Dinamarca y criado en los EE UU).
El cine nos ha acercado a algunos de estos antihéroes que, con cautela y conocimiento de causa, previenen a sus objetos de deseo: ellos mismos saben hasta dónde son capaces de llegar, conocen a sus propios monstruos y también descreen del idilio puesto en la adoración del otro, ese otro que será perfecto mientras lo conozcamos poco.
Tráiler de Redención (Tyrannosaur) de Paddy Considine, con el gran Peter Mullan.
Son seres desamparados que se evitan todo lo que pueden, se disputan el territorio, pero terminan cobijándose juntos, casi a la intemperie, pero juntos. Uno de estos ejemplares es el interpretado por el convincente actor escocés Peter Mullan en otra película imperdible: la británica Redención (Tyrannosaur), de Paddy Considine.
“Solo quería mirarte, ver tu sonrisa. Sabía que si te conocía más iba a descubrir las cosas en las que no eres perfecta”, le dice el iracundo Joseph (Mullan) a la aparentemente ingenua Hannah (Olivia Colman).
Así en el amor como en el sexo, no hay manera de congelar la perfecta postal del enamoramiento bobo, solo se puede disfrutar y rogar para que el afecto cubra las imperfecciones (y la intolerancia) que vayan entrando en cuadro, y/o refrescar la pantalla y volver a enamorarse.
Para poner la advertencia en verso, aquí está el chileno Nicanor Parra, el último Premio Cervantes, con su poema Atención:
A los jóvenes aficionados
A cortejar muchachas buenas-mozas
En los jardines de los monasterios
Hago saber con toda franqueza
Que en el amor
Por casto
Por inocente que parezca al comienzo
Suelen presentarse sus complicaciones.
Totalmente de acuerdo
Que el amor es más dulce que la miel.
Pero se les advierte
Que en el jardín hay luces y sombras
Además de sonrisas
En el jardín hay disgustos y lágrimas
En el jardín hay no solo verdad
Sino también su poco de mentira.
http://blogs.elpais.com/eros/2012/04/posibles-comienzos-indecibles-finales-i.html
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